Glorioso San Onofre:
Tu que desde niño
mostraste el favor de Dios
cuando saliste ileso
de la prueba de las llamas,
siempre supiste ser modelo de perfección,
tanto en tus vivencias como cenobita
como cuando elegiste vivir
en la soledad de ermitaño.
Era tan austera tu vida,
que Dios enviaba un ángel a diario
para darte como alimento
el pan que te sustentaba.
Fue tan grande tu amor a la humanidad
que dedicaste tu vida
a hacer gran penitencia por ella,
hasta el mismo día de tu muerte,
en el que un gran coro de ángeles
bajó del cielo para honrarte y alabarte.